Éxodo de Pitirres
por Juanita Cruz
$14.00
Este libro trata de todos los sentimiento reprimidos que a través de la aceptacion del yo, dejamos ir y al soltar aflora la hermosa realidad de quienes somos.
Quiero ver en el espejo a la mujer que realmente soy, sin sombras ni espectros, simplementequiero ver a la mujer que realmente soy…
Pitirres, ¿Por qué pitirres? Me preguntan una y otra vez. Hay un dicho que dice que “A cada Güaragüao le llega su Pitirre.” En mi camino de lucha incansable, necesité pitirres, invoqué pitirres y llegaron muchos, que al final se arraigaron en mi ser, anidaron en mi piel, en mi cabeza, en mi vientre, en mi alma. Fuerzas provenientes del Universo que me enseñaban el camino o la pendiente.
Comparo esa fuerza que nos nace ante las adversidades con Pitirres, que solo pierden una batalla si se dan por vencidos. Muchos de ellos mis mejores aliados en tiempos de guerra, otros mis mejores aliados en tiempos de amor, otros mis implacables rivales cuando quiero alejarme de los tabúes, costumbres o principios inútiles que ya no van al caso. Otros mis insomnes carceleros cuando a rumbos nuevos quiero alejarme. Mis mejores amigos en los tiempos de nostalgia, ofreciendo sus hombros, sus pechos y sus alas para albergar mi dolor o mi gozo, creando, todos unidos mi coraza y mi pared.
No quiero tener mi espalda atravesada con cadenas, no quiero estar sujetada a piedras que me acortan el vuelo y no me permiten volar como ellos, ni sentir el viento como ellos. Quiero sentir las lloviznas breves en mi cara, sin estar anclada al pasado ni a la nostalgia. Me rehúso a estar inmóvil a solo pasos del mar, no dejaré que se partan mis labios, ni que se quiebren mi espina ni mis tobillo; atados a recuerdos entre ruinas.
Hoy quise soltar algunos pitirres, dejarlos ir, que vuelen y no vuelvan jamás. Sin embargo, mi cielo está abierto, pero en mi cielo no vuela cualquier pitirre, si vamos a enfrentar a los Güaragüao, lo haremos juntos y no ellos contra mí, con la paciencia del tiempo, con el sabiduría del viento, con la purificación del fuego, con mis pies en la tierra y la verdad del agua; Con la virtud que me coronó al nacer, con el dolor que conocemos bien y ya no puede sorprendernos.
¡Son mis cielos, son mis pitirres! ¿Cómo van a volar y atravesarme el pecho? ¿Cómo van a tempestear mis aguas y mis vientos? ¿Cómo me van a dar de tomar vinagre en vez de agua? ¿Cómo voy a actuar yo contra mí con ataduras aledañas a lo absurdo?
Aquí mientras escribo estas líneas con una sensación de no estar satisfecha del todo, con un vestigio de rayo de sol que se cuela, imagino, el momento majestuoso, macabro y sanador, de ese espectáculo que debe ser el éxodo de pitirres, partiendo con mis cadenas, mi equipaje excesivo, el vinagre y mis monstruos. Dejándome vacía de lo inútil, vacía de lo falso, ya sin sed.
Han luchado conmigo muchas batallas pero ya es tiempo de partir, es tiempo de encontrarme en el espejo.
Quiero ver en el espejo a la mujer que realmente soy, sin sombras ni espectros, simplementequiero ver a la mujer que realmente soy…
Pitirres, ¿Por qué pitirres? Me preguntan una y otra vez. Hay un dicho que dice que “A cada Güaragüao le llega su Pitirre.” En mi camino de lucha incansable, necesité pitirres, invoqué pitirres y llegaron muchos, que al final se arraigaron en mi ser, anidaron en mi piel, en mi cabeza, en mi vientre, en mi alma. Fuerzas provenientes del Universo que me enseñaban el camino o la pendiente.
Comparo esa fuerza que nos nace ante las adversidades con Pitirres, que solo pierden una batalla si se dan por vencidos. Muchos de ellos mis mejores aliados en tiempos de guerra, otros mis mejores aliados en tiempos de amor, otros mis implacables rivales cuando quiero alejarme de los tabúes, costumbres o principios inútiles que ya no van al caso. Otros mis insomnes carceleros cuando a rumbos nuevos quiero alejarme. Mis mejores amigos en los tiempos de nostalgia, ofreciendo sus hombros, sus pechos y sus alas para albergar mi dolor o mi gozo, creando, todos unidos mi coraza y mi pared.
No quiero tener mi espalda atravesada con cadenas, no quiero estar sujetada a piedras que me acortan el vuelo y no me permiten volar como ellos, ni sentir el viento como ellos. Quiero sentir las lloviznas breves en mi cara, sin estar anclada al pasado ni a la nostalgia. Me rehúso a estar inmóvil a solo pasos del mar, no dejaré que se partan mis labios, ni que se quiebren mi espina ni mis tobillo; atados a recuerdos entre ruinas.
Hoy quise soltar algunos pitirres, dejarlos ir, que vuelen y no vuelvan jamás. Sin embargo, mi cielo está abierto, pero en mi cielo no vuela cualquier pitirre, si vamos a enfrentar a los Güaragüao, lo haremos juntos y no ellos contra mí, con la paciencia del tiempo, con el sabiduría del viento, con la purificación del fuego, con mis pies en la tierra y la verdad del agua; Con la virtud que me coronó al nacer, con el dolor que conocemos bien y ya no puede sorprendernos.
¡Son mis cielos, son mis pitirres! ¿Cómo van a volar y atravesarme el pecho? ¿Cómo van a tempestear mis aguas y mis vientos? ¿Cómo me van a dar de tomar vinagre en vez de agua? ¿Cómo voy a actuar yo contra mí con ataduras aledañas a lo absurdo?
Aquí mientras escribo estas líneas con una sensación de no estar satisfecha del todo, con un vestigio de rayo de sol que se cuela, imagino, el momento majestuoso, macabro y sanador, de ese espectáculo que debe ser el éxodo de pitirres, partiendo con mis cadenas, mi equipaje excesivo, el vinagre y mis monstruos. Dejándome vacía de lo inútil, vacía de lo falso, ya sin sed.
Han luchado conmigo muchas batallas pero ya es tiempo de partir, es tiempo de encontrarme en el espejo.